La relación conflictiva entre los padres después de la separación afecta a cada uno de los integrantes de la familia. No solo a los hijos e hijas. Afecta también a cada uno de los padres que viven tensionados, pensando y viviendo en función de la dificultad y la pelea con el otro. Mientras más larga la relación conflictiva, más se acostumbran a ella y menos perciben el impacto que tiene en sus propias vidas.

Los hijos, en medio de sus padres en conflicto, también sufren, independientemente de las razones de esta difícil relación. Para ellos resulta angustiante, dolorosa y les genera incertidumbre e inseguridad.

El mayor problema para los hijos de vivir en medio de una relación parental conflictiva es que SE QUEDAN SIN REFUGIO. No tienen una salida que los deje tranquilos, pues cuando los padres están en conflicto permanente entre ellos, sus entornos (familias, amigos, etc.) suelen tomar partido y con ello, también terminan siendo del conflicto. Si los hijos hablan con uno de sus padres, sienten deslealtad con el otro, si comparten algún dolor con alguno de ellos, sienten que traicionan al otro. Si están felices con uno de ellos, se angustian y muchas veces, dejan de disfrutar, con la fantasía de que pueden ser “neutrales” y seguir siendo leales a ambos.

El refugio emocional es esencial para el desarrollo de los niños, para la estabilidad de los jóvenes y seguirá siendo a lo largo de la vida una necesidad para los tiempos difíciles de los adultos.

Los niños y niñas, especialmente los más pequeños son muy sensibles a los contextos emocionales. Un clima hostil entre sus padres, aunque sea sin palabras y sin suficiente comprensión consciente de lo que ocurre, es para ellos como estar en medio de una tormenta y no encontrar buen cobijo. Ningún lugar resulta suficientemente protector o seguro. Ni estando con el padre, ni estando con la madre logran la paz interior que necesitan para vivir bien.

La falta de refugio emocional es una experiencia desamparo que deja huellas profundas en los niños y niñas. La reparación es posible, pero sin duda, lo mejor es que no la experimenten. Una relación coparental de bajo conflicto en la que prima la colaboración, los acuerdos y la coordinación en función de las necesidades de sus hijos e hijas, es la verdadera protección.

Ps. Claudia Cáceres P.
Equipo Cooperati