Cuando una pareja se separa, en el afán de construir un escenario que minimice los dolores y las pérdidas de la vida que llevaban hasta ese momento, crean acuerdos y van tomando decisiones que a veces se hacen poco sostenibles en el tiempo. Esto ocurre, entre otras cosas, cuando los acuerdos no se condicen con el estilo y modo de vida, características laborales o socioeconómicas o porque son tomadas en un momento emocional de mucha intensidad, incertidumbre y dolor.

Los hijos, por su parte, tienen un hogar, construido por la familia con padres juntos, y habitualmente asociado a un lugar en particular: una casa, una pieza, una rutina, modo de funcionar y de vivir.

La construcción de un nuevo modo de ser familia, constituye uno de los primeros desafíos al momento de separarse, un desafío tanto para cada uno de los padres como para cada uno de los hijos. Los hijos transitarán hacia una nueva etapa en sus vidas, en la que incorporarán una nueva casa, una nueva pieza, modos de funcionamiento diferentes y con momentos que ahora tendrán rutinas y espacios sólo con la madre y otros sólo con el padre.  

Si comprendemos que la construcción y reorganización familiar es un proceso continuo en el que se navegará junto con las emociones y el proceso de elaboración de las perdidas asociadas a la separación, las decisiones que se tomen en el primer período post separación, y quizás siempre, deberán tener la posibilidad de revisarse y evaluarse.

Es esperable que, con el tiempo, y los ajustes propios de la vida, se visibilicen o surjan otras necesidades de los hijos, que hasta ese momento fueron ignoradas o inexistentes, debido a cambios en el contexto, etapas de desarrollo de los hijos y la llegada de nuevas parejas, entre otras cosas.

A su vez, la construcción de un modo de ser familia, con dos hogares, requerirá un periodo de ajuste para los niños. Los padres deberán poder identificar las necesidades particulares asociadas a la organización que están teniendo (dependiendo de cuántos días estén en cada casa y los modos de funcionamiento en ellas) y sus necesidades y procesos emocionales asociados a la elaboración de la separación.

En ese contexto, pensar en el desafío de la colaboración entre los padres, entendida como un modo de ser padres juntos, requiere entender que sólo los acuerdos construidos por ambos, mediante la coordinación y flexibilidad, harán posible el tránsito hacia una buena reorganización para ellos y sus hijos e hijas.

En los momentos de descoordinación, cada padre tiende a mirar a sus hijos desde sus propios lentes, desde lo que le está pasando como padre o madre y en su vida personal. Por eso, a veces se hace difícil mirarlos con claridad.

Se hace indispensable entonces escuchar a los hijos, preguntarse acerca del modo en qué quieren ser familia en esta nueva realidad y buscar desde las propias posibilidades reales, los modos en que esto puede ser posible. Esto es lo que va a permitir que las decisiones que se tomen sean más cercanas, coherentes y plausibles para la particular realidad familiar.

Tener en la mente la idea de que “ambos somos responsables del bienestar de nuestros hijos, independientemente de con quién vivan” será principio rector y ordenador de decisiones parentales que contribuirán al mejor desarrollo de sus hijos e hijas.

Ps. Berta Carvajal A.

Ps Loreto Urzúa B.

Psicólogas equipo COOPERATI.