La desvinculación entre un padre o madre y sus hijos producto de un evento conflictivo grave o de una historia de desencuentros e interacciones sentidas como injustas, puede ser una de las situaciones más dolorosas que viva una familia. Si toda separación siempre implica diferentes grados de dolor para todos los miembros de la familia, ésta no tiene por qué ir acompañada de procesos de restricción significativa o pérdida de vínculos.

Cuando esto ocurre, frecuentemente en la toma de esta decisión han participado terceras personas, con la intención de ayudar al padre que se siente más desprotegido o perjudicado, o con la idea de cooperar en la protección de los hijos. En esta tarea suelen estar presente abogados, familia de origen, terapeutas y redes de apoyo.

Es natural que producto de la desestructuración que genera una separación, surjan sentimientos de angustia, rabia y temor e incluso que uno de los padres culpe al otro por “dejar a la familia en este sufrimiento” y el otro, se justifique, culpabilizándolo/la. Estos, con el tiempo deberían ir atenuándose y dando paso a una progresiva aceptación.

Sin embargo, a veces este proceso de aceptación y acomodación se perturba y los sentimientos negativos hacia el otro no ceden y dan paso a una serie de decisiones que dañan el vinculo parental y el de los padres con sus hijos.

Mientras más extremas sean las medidas que se tomen, a raíz del término conflictivo de una relación de pareja, mayor será la cantidad de conductas defensivas y reactivas en ambos padres. Esto favorecerá la mantención de la distancia y disminuirá la capacidad para reflexionar acerca de cómo impacta este conflicto sostenido de los adultos en sus hijos e hijas.

Es comprensible que ambos padres en conflicto tengan una percepción de injusticia y dolor, probablemente por los mismos temas de pareja que los llevó a la separación, sin embargo algunas conductas que surgen de esta percepción  no son justificables, como por ejemplo que en la búsqueda de reparación usen a los hijos impidiéndoles el acceso al otro padre, además de descalificar y desvalorizar su  persona como figura de apego. Esto sólo aumenta las pérdidas, para todos.

Cuando ante la imposibilidad o incapacidad de resolver el conflicto de pareja uno de los padres elige darle otro curso a su vida y se aleja pasiva o activamente de los hijos, después de un tiempo, generalmente años, intenta retomar el vínculo con ellos. En ese momento, más que el otro padre, son los mismos hijos los que cobran el distanciamiento y se invierte la situación: los hijos tienen más poder, son ellos quienes deciden si lo quieren ver o no y ponen condiciones. El padre espera, pero se ha invertido la jerarquía. Estos padres, aunque quieran demandar por aumento de contacto regular o por tuición, han perdido méritos y para sus hijos, dejaron de tener derechos. Será necesario recorrer un largo camino de reconocimiento y reparación para la reconstrucción del vínculo dañado o perdido.

Los padres que mantienen el propósito de participar en la vida de sus hijos necesitan hacer la distinción entre lo que lo que los llevó a la separación  y su rol de padres.

Cada padre sigue siendo necesario para los hijos, independiente del conflicto conyugal. Cada padre aporta desde su modo propio, abre oportunidades, otorga experiencias de aprendizaje, entrega su forma de mirar el mundo .

Los hijos ganan en seguridad y en libertad emocional si pueden mantener una relación diferenciada con cada uno de sus progenitores. Para que esto ocurra es necesario validar y confirmar al otro en su rol parental. Hacer esto solo es posible si realmente se toma en cuenta las necesidades afectivas de los hijos.

A pesar de vivir separados, el cuidado de este vínculo se logra manteniendo la presencialidad en los distintos momentos del desarrollo del niño. El apego se construye a lo largo de la vida estando presente, cumpliendo con responsabilidad, acompañando, interesándose. También, respetando la relación que tenga el hijo con el otro padre.

Junto a las infinitas acciones que realiza el padre/ madre custodio para cuidar y favorecer el bienestar y desarrollo de sus hijos, una fundamental es facilitar el contacto y la relación de sus hijos con el otro padre.

En Cooperati trabajamos en equipo un grupo de abogadas y psicólogas desde una lógica colaborativa con parejas que están en proceso de separación que eligen un modo no confrontacional de hacerlo.  El mismo equipo acompaña a la pareja en este proceso,  poniendo en el centro de los acuerdos  las necesidades de sus hijos y  velando por el  cuidado de los vínculos tanto de cada uno de los padres con sus hijos como el vínculo entre los padres. 

La separación siempre tensiona los vínculos familiares, especialmente el de los padres. Es responsabilidad de ellos mismos, pero también de los profesionales que los apoyan,  no dañarlos y preservarlos para asegurar el desarrollo y bienestar de los hijos. Esto se logra solo a través de prácticas que promuevan el entendimiento y la colaboración, que es lo que motiva nuestro trabajo.

Ps. Antonia Raies R.

Miembro equipo COOPERATI